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Una de las principales conclusiones que se desprenden del informe es que un 42% de las enfermas con trabajo antes del cáncer de mama han perdido casi todos sus ingresos; algo que provoca una situación económica severa en el 21% de los hogares, y que muchas pacientes (un 4%) afrontan sin ningún tipo de soporte familiar. Si, además, tenemos en cuenta el escenario post-COVID, el porcentaje de mujeres en situación económica severa podría aumentar hasta el 50%.

Y es que, en total, entre gastos directos, ocultos y pérdida de ingresos por bajas, despidos y reducciones de horarios, se calcula que el cáncer de mama puede llegar a tener un coste de hasta 42.000 euros. Cerca de 9.200 euros corresponderían a gastos directos como productos farmacéuticos o servicios médicos sanitarios. Concretamente, el 96% de las pacientes ha gastado una media de 3.590 euros en gastos médicos como servicios de nutrición, pruebas y consultas en la sanidad privada, servicios de psicología o rehabilitación, entre otros.


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La mitad de las mujeres encuestadas con edad de inclusión en el programa de cribado de cáncer de mama, entre 51 y 70 años, fueron diagnosticadas tras notarse un bulto, mientras que la otra mitad lo fue durante una revisión médica o a través de un programa de detección precoz. Al preguntarles por el momento del diagnóstico, las pacientes recuerdan como necesidad principal más frecuente el poder disponer de más información médica sobre su caso, las pruebas diagnósticas y los posibles tratamientos.
Otro aspecto importante es el tiempo transcurrido entre la sospecha de un posible cáncer y el inicio del tratamiento, y aquí un 52,3% de las encuestadas declaró que había pasado menos de un mes, frente al 45,8% de pacientes que declararon haber tenido que esperar más de un mes.
La información previa a la cirugía es fundamental para reducir la ansiedad y aumentar el autocontrol, y en ese aspecto un 81,2% declaró haber recibido toda la información necesaria, frente al 16,3% de pacientes a las que les habría gustado disponer de información adicional sobre opciones, alternativas o secuelas, o bien una comunicación más cercana y cálida sobre la intervención que se les iba a realizar.
En la atención a las mujeres pacientes de cáncer de mama es también decisivo el disponer de una atención multidisciplinar, ya que esto permite dar respuesta a todas las necesidades que puedan presentarse y tomar las decisiones óptimas en cuanto a intervenciones en el proceso de la enfermedad.
En este aspecto el 57,1% de las mujeres indica que su caso fue atendido por uno de estos equipos, el 10% confirma que no y el 32,9% lo desconoce. Además de los tratamientos médicos, el apoyo psicológico puede ser necesario. En este sentido, a casi la mitad de las mujeres no se les ofreció un servicio de psicología en el momento del diagnóstico.
Las mujeres con cáncer de mama disponen de otros recursos que podrían necesitar además de los estrictamente sanitarios. Así, el 34,7% de las encuestadas declaró no haber recibido ninguna información existencia de asociaciones de pacientes ni del tipo de apoyo que estas les podrían proporcionar. Cuando se les preguntó por el tipo de apoyo recibido a lo largo de la enfermedad, una de cada cuatro mujeres haberse sentido sola o desorientada.
En lo que respecta a las peores experiencias de la enfermedad, la mayor parte declaró que estas eran precisamente los efectos secundarios del tratamiento y el momento de comunicárselo a los hijos y al resto de la familia, lo que pone de manifiesto que, además de la necesidad de seguir mejorando técnicas y terapias menos agresivas, aún queda un largo camino a la hora de normalizar la percepción sobre el cáncer de mama.
En conclusión, el programa de cribado de cáncer de mama permite superar la enfermedad en la mayoría de los casos y realizar una cirugía conservadora. La información en el momento del diagnóstico se les proporciona de manera satisfactoria aunque todavía hay mujeres que necesitan aclarar dudas y recurren a otras fuentes como internet. La oferta de otros servicios o conocimiento de su existencia también presenta algunas carencias; la atención psicológica o las asociaciones de pacientes son un complemento que habrían necesitado muchas de ellas en algún momento del proceso, al menos para evitar que una de cada cuatro se sintiera sola, desorientada o sin apoyo.
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Las estrategias de salud pública de los países de nuestro entorno han hecho un importante énfasis en los programas de cribado poblacional de cáncer en las últimas décadas, y muy especialmente en lo referente a cáncer de mama. En este sentido, es importante la alta participación y adhesión de las mujeres a este tipo de programa, ya que ocho de cada diez mujeres dentro de los rangos de edad recomendados se realizaron una mamografía en los últimos dos años. Sin embargo, se desconoce exactamente por qué cerca del 18% restante no acude a los programas de cribado de mama.
Respecto al perfil de las mujeres consultadas en la Encuesta Nacional de Salud, las variables que hacen que aumente o disminuya el grado de participación son la nacionalidad, el nivel de estudios, las enfermedades crónicas asociadas, la cualificación laboral y el estado civil.
Una vez analizadas las variables sociodemográficas que hay detrás de cada perfil, resulta de interés analizar el grupo de mujeres que no participan de manera regular en los programas de cribado para conocer las razones que les llevan a ello y la actitud que muestran ante dichos programas. Son diferentes los argumentos que presentan estas mujeres para no realizarse una mamografía, todos ellos, fomentados por la realidad de una prueba “poco amigable”.
No obstante siempre hay algo que se puede hacer para movilizar a la participación en el cribado, al menos es lo que opina este grupo de mujeres a las que se les pidieron algunas propuestas. Destacar entre ellas la comunicación positiva que enfatice el beneficio, un entorno más amigable que minimice el desagrado por la prueba, un papel más activo del médico general/de familia para implicar a la mujer y facilitar los trámites burocráticos para el proceso del programa de cribado.
En conclusión, sabemos que existe una participación elevada en los programas de cribado de cáncer de mama. Sin embargo, todavía nos encontramos con un grupo de mujeres que no participa, indicando que el miedo al diagnóstico, la ausencia de señales de alarma, la percepción de vulnerabilidad entre una mamografía y otra, la falta de consenso profesional, entre otras, son las principales barreras que les llevan a no realizarse una mamografía de manera regular. Aunque reconocen la idoneidad de la prueba cada 1-2 años. Por todo ello, consideran importante establecer una comunicación que transmita el beneficio de la prueba y que reduzca el miedo, así como minimizar las trabas en el desarrollo de la prueba y crear un entorno más amigable en la medida de lo posible.